El edificio del Buen Pastor, al que Tucumán empieza a decirle adiós ocupa el terreno donde estaba la ermita del Señor de la Paciencia.
“Antes (hasta 1820) se enterraba a los muertos por costumbre al lado de los templos, por lo que ese terreno se considera el primer cementerio”, contó el historiador y periodista Carlos Páez de la Torre (h) . Ese cementerio fue clausurado definitivamente en 1859, cuando se habilitó el del Oeste. Había en él un pequeño edificio en el que se rezaban los oficios de difuntos, que -según narra Páez de la Torre (h) en un texto de 1996- fue remodelado y ampliado por el presbítero Gregorio Zavaleta, con el objetivo de que allí funcionara un seminario. Agrega Páez de la Torre que, según la “Memoria descriptiva”, las obras estaban bastante avanzadas para 1882.
Ese fue el edificio que recibieron las hermanas de la Congregación del Buen Pastor, cuya fundadora, santa María Eufrasia Pelletier (1796-1868) había creado en 1835. El objetivo de la congregación era brindar refugio a muchachas jóvenes y a mujeres.
Fue Zavaleta el que motorizó la fundación de la casa tucumana de la congregación, apoyado en gestiones que ya habían iniciado los jesuitas a mediados de la década de 1880.
Desembarco en Tucumán
El 24 de abril de 1889, la madre María San Francisco Javier Novoa y la hermana María de Santa Clotilde González llegaron desde Chile y se instalaron en la casa el 5 de mayo. A ellas se sumaron las hermanas María San Agustín Meza y María Juan de la Cruz López.
La institución fue creada para albergar mujeres con problemas de conducta individuales, familiares y sociales. Pero había también una escuela anexa, que hasta 1929 estuvo a cargo exclusivo de las religiosas. Luego pasó a ser cárcel femenina, y desde 1979, hasta que debió cerrarse, el 15 de enero de 2002, cumplió de nuevo su función original: contener y orientar chicas de entre 12 y 18 años que atravesaban abandono familiar, violencia y otras situaciones conflictivas. Por su parte, la escuela había dejado de funcionar un año antes, y las 37 internas fueron integradas al sistema educativo normal. Las religiosas habían aducido que no podían mantener la escuela por falta de presupuesto.
Triste preludio
Como si hubiera sido un anuncio, el principio del final llegó poco después: en la madrugada del 31 de diciembre de 2001 se desplomó el techo de una habitación de más de 100 metros cuadrados ubicada en el primer piso del edificio; también cayeron algunos muros y, por supuesto, se rompieron las ventanas.
Afortunadamente, las 30 chicas que solían dormir allí habían sido trasladadas a otra habitación, porque -dijeron autoridades de la institución el día del hecho- “el cielorraso estaba dañado”.
La directora de entonces, la hermana Julia Saito, aseguró que desde hacía cinco años no recibían los fondos para mantener y menos para restaurar el edificio. “Vivíamos en un riesgo constante. Sufríamos la incertidumbre de que todo podía colapsar en cualquier momento”, dijo Saito el día que llegó el final: el 15 de enero de 2002 las chicas del Buen Pastor fueron trasladadas al Instituto María Goretti.
Desde entonces, salvo la capilla, donde se siguió celebrando misa -y que no será demolida- el edificio permaneció vacío y abandonado.
> También fue sede de grupos AA
Funcionó en el edificio al menos hasta 1997 el Centro de Estudios de los Principios de Autoayuda El Buen Pastor, que colabora en la recuperación de adictos al tabaco, al alcohol y los psicofármacos, entre otros.